Marta Latorre, histórica dirigente AFUN, en su adiós: “Trabajar en la CAJ es una suerte para los que tienen vocación social”

Marta Latorre tenía 35 años cuando con su título en mano y una familia que recién iniciada decidió dejar su Santiago natal y trasladarse a vivir en Concepción en busca de una vida menos agitada. Por eso cuando en 1993 leyó en el Diario El Sur un llamado a concurso para asistente social,  postuló de inmediato. Fue una de las seleccionadas para el Consultorio Jurídico de Hualpencillo,

Un ámbito sensible en que escuchar, atender, gestionar y coordinar fueron tareas que Marta encausó ejerciendo su profesión, principalmente en el área de familia.

Marta Latorre.

-Los temas de familia encierran siempre tanto dolor, ¿cómo se relacionó con el dolor sin perder la sensibilidad?

– …la verdad que uno tiene que ser en ese sentido no fría, pero sí segura para dar contención y confianza al afectado de que se está trabajando bien, que está en las mejores manos profesionales, en lo jurídico y social. Aparte de la orientación que uno realiza también  hay que hacer coordinaciones con algunas otras instituciones. Diría que ese rol de hacer que las personas se sientan totalmente contenidas desde el punto de vista profesional y legal evita ser afectado desde la emoción. También se realizan peritajes, que son casi siempre mejores  que cualquier realizado por un perito fuera de la Corporación… por la experiencia, bagaje y capacitación que hemos recibido. Uno logra quedar tranquila, satisfecha de que se está haciendo lo mejor para las personas afectadas por un problema que, en general, siempre encierran casos dolorosos. 

Además de experta perita, Marta tuvo la más larga y prolífera carrera como dirigente sindical en la AFUNCAJ Biobio, un rol por el que es ampliamente reconocida no solo en las CAJs, sino también en todo el sistema de administración de la justicia en Chile. 

“Me conocen porque estuve mucho tiempo en la directiva de la AFUN. Desde la primera directiva, en 1997, con presencia en casi todos los períodos y cargos, excepto uno en que simplemente no estuve y en otro en que solo me aboqué a la FENADAJ, donde también fui parte de su organización y fundación”, dice aún hablando desde el nosotros y el presente pese a que en marzo del 2020, justo para el inicio de la pandemia y tras 27 años de trabajo, Marta decidió acogerse a la jubilación y dedicarse a disfrutar a la familia y realizar actividades nuevas como viajar (“ahora que se puede”, recalca), descansar, jardinear y nadar. 

-Este país requiere mayor jerarquía en el peritaje, ¿no ha pensado en seguir trabajando desde ahí por lo tanto que aún tiene para dar?

– Si en algún momento falta, yo creo que estaré disponible… pero en realidad no he mandado papeles a ninguna parte.

-¿Y desde lo dirigencial? 

– Ya estoy jubilada.

-¿Cómo recuerda los inicios de sus años como dirigenta?

-Muy improvisados, diría, aunque con mucha convicción. Empezamos sin nada, apenas con las ganas de unos pocos de querer organizarnos para defender nuestros derechos laborales sin saber mucho cómo era la pega de ser dirigente. Muchas veces no vimos el peso de lo que significa representar a un grupo humano porque la responsabilidad que uno tiene de tomar decisiones importantes es muy grande y eso fue desde el principio… muy rápido nos comenzamos a movilizar y negociar con el Ministerio de Justicia y éramos bastante inexpertos, no sabíamos muy bien el fondo del rol que uno tiene, hasta dónde llegar en la negociación. 

-En ese camino de aprendizaje, ¿cuáles fueron las mayores problemáticas?

-Aprender a ser dirigente y entender las leyes para saber por qué camino uno tiene que ir, por ejemplo, la Ley de Asociaciones de Funcionarios, que es una ley gruesa que define el tema de las horas gremiales que uno al principio no las usa porque uno usa las horas libres para trabajar en la asociación… no entendíamos muy bien que había que desprenderse del rol profesional para asumir este otro rol. También el empoderamiento, que requiere más tiempo y experiencia.

-¿Su mayor orgullo en los 27 años como dirigenta?

-De lo que me siento bastante orgullosa es que dentro de mi rol, que creo fue lo que más la gente valoró, fue la transparencia… de que nunca hubo una negociación que me pudiera beneficiar a mí por sobre otros colegas, entonces cada vez que hubo alguna situación problemática , siempre lo planteé  a los demás entendiendo su contexto.

-¿Esas tentaciones cómo las combatió?

-No fue difícil para mí porque lo tengo integrado a mis valores morales, de toda la vida, pero cuesta un poquito darse cuenta. Aunque confieso que pese al orgullo que eso me generaba, más de alguna vez me molestó,  porque otra gente, con mucho menor preparación, pasada a obtener una mejor pega sin tener los méritos.

-¿Piensa que el rol de dirigente incluye asumir algunos costos profesionales?

-…. Al principio más que postular a cargos, era la designación a dedo, entonces en esa designación a dedo había otras personas también interesadas que sí podían negociar de una manera distinta y además yo era bastante confrontacional con la jefatura, claramente me di cuenta que eso finalmente me perjudicaba. Cuando no hay un procedimiento transparente de concursabilidad, que sea para todos igual, esa designación a dedo no se puede aceptar. Es poco ético y es poco estético.

-Usted fue secretaria general, presidenta, directora y tesorera en la AFUN, ¿cuál considera que fue el hito más destacable?

-Creo que por lejos, formar la Federación. Ese fue el mayor hito de mi trayectoria. Fue muy difícil porque para formar una Federación se necesitan tres asociaciones y, por ejemplo en esos años, en el norte no había asociación; en Valparaíso tampoco y en Santiago habían dos: la administrativa y de auxiliares por un lado y la de profesionales por el otro. Nosotros veíamos que había que formar una asociación en Valparaíso, que es una Corporación grande y eso nos demoró harto, nos costó mucho trabajo, muchos viajes… Cómo son las cosas de la vida!: el director general de la CAJ Valparaíso era Jorge Abbott (actual fiscal nacional), con una “muñeca” heavy por lo que la gente no quería formar asociación. Un poco por su habilidad para manejar al grupo humano pero también, creo, por la práctica antisindical y el temor a la sindicalización. Eso nos demoró bastante, pero finalmente pudimos formarla con la asociación de auxiliares y administrativos y la otra que era de profesionales. Formar la Federación fue un hito muy importante porque tomamos otro pelo para negociar con el Ministerio como trabajadores.

-En la práctica, ¿cómo se vivía ese cambio de status?

-Antes de la FENADAJ cada corporación se las arreglaba por su cuenta. Nosotros tuvimos una movilización muy grande cuando recién se formó la AFUNCAJ Biobio con la que logramos que nos destinaran recursos dejando postergada a la CAJ Valparaíso lo que, en cierta forma, forzó la organización de las entonces cuatro corporaciones. A partir de que nosotros nos reunimos como Federación empezamos a crear esta idea de que las cuatro corporaciones somos una sola institución a través de la unidad de los trabajadores. Fue un hito y el Ministerio también lo asumió así. Después ya nos convocaba como Federación. Hasta el día de hoy.

-¿Y otro hito menos político y más laboral?

-Pienso que fue la posibilidad de incorporarnos a los famosos bonos porque al principio nos pagaban en forma diferenciada. Lograr que duplicaran el financiamiento a la institución el año ’98 marcó un antes y un después. Eso significó harto ordenamiento en cuanto a remuneración, a emparejar la cancha, a que nos contrataran porque al principio la mayoría estábamos a honorarios. Esa inversión implicó estabilidad laboral para todo el mundo de la AFUN. Después se replicó a las otras corporaciones. Desde ahí para adelante empezamos a ser vistos como una institución profesionalizada porque la gente empezó a ver su labor como un trabajo y no como un pituto de horas a cumplir. Ahora había objetivos. Hasta desde el punto de vista de la administración de la institución cambió porque antes de la profesionalización de la que hablo no había gestión ni control.

-Y desde lo social, ¿qué logro destacaría?

-Lograr el sentido de cuerpo, de que no estás solo. No solo por la estabilidad y la parte económica, sino porque la gente siente que si tiene un problema va a tener un apoyo legal, económico, social. En ese sentido, se hacen muchas campañas solidarias a través de la asociación, recolectando donaciones de todos los asociados a los que se les descuenta del sueldo para ir en ayuda del compañero de trabajo. Cada vez que se sabe de un caso se activa esta red solidaria con todas las autorizaciones del caso. 

-¿Siente que quedó con alguna deuda en su rol dirigencial que suene a llamado para sus “herederos”?

-Diría que no. Creo que no hay deuda porque hemos ido creciendo y cada vez los dirigentes están más empoderados y más formados para ejercer su rol. La Asociación hace bien su pega en el sentido de que, con los recursos y con la ley que hay, hay techo. Por ejemplo, me hubiera gustaba ver un nuevo Servicio de Acceso a la Justicia con mejor estandar, y dejar de depender del Consejo Directivo presidido por el Seremi de Justicia, que son cargos de confianza política y puede hacer y deshacer en la CAJ.

-¿Y cómo se imagina el trabajo de las CAJs en el futuro, cada vez más exigida por grupos vulnerables y personas vulneradas en sus derechos?

-Desde el foco de la igualdad ante la ley, de entregar real cobertura a quienes no pueden pagar un abogado, que se garantice la atención a los grupos cada vez más expuestos como son los migrantes, las minorías sexuales y étnicas, mujeres, niños, niñas y adolescentes. Se requiere una evolución frente a la nueva realidad. Ese es un desafío que hay que enfrentar, pero sé que los profesionales de las CAJs están preparados para asumirlo.

-¿Mensaje final de despedida para sus compeñeros/as?

-Insistir en relevar que trabajar en la CAJ es una suerte para los que tienen vocación social. Trabajar por el acceso a la justicia es una cuestión muy bonita. A mucha gente le gustaría que tuviera tanto sentido su trabajo como es la defensa del más débil, y yo siento que nuestro trabajo tiene mucho sentido. Es sentirse un poco héroe… entonces, ver a los abogados, a las secretarias, a todos los compañeros tratar a las personas con cariño, con respeto, con esmero por ejemplo en la atención a los niños creando espacios con sillitas y mesitas chicas, con lápices, algún juguete, para mejorar la contención de la primera llegada es algo hermoso, de una calidez en la entrega a la que siempre debiéramos aspirar en Chile pese a las precariedades.